lunes, 31 de marzo de 2014

Resultados no tan santos

Hace algunos días el DANE presentó el informe sobre pobreza y desigualdad para Colombia en el 2013. El porcentaje de personas en pobreza fue del 30,6% en comparación al 32,7% del año anterior y el porcentaje en pobreza extrema fue del 9,1% frente a 10,4% en el 2012.

Como era de esperarse, el presidente Santos mostró los resultados como un gran logro de su gobierno. Aunque es importante la tendencia positiva de las cifras, vale la pena hacer algunas observaciones sobre dos aspectos relevantes del informe que no fueron mencionados por el presidente.

En primer lugar, Colombia continúa siendo uno de los países más desiguales del mundo. El informe muestra también que el coeficiente de Gini –que mide la desigualdad de ingresos– permaneció en el mismo valor de 0,539 puntos a nivel nacional; es decir que en Latinoamérica sólo nos superan Haití y Honduras.

Esa desigualdad es pronunciada sobre todo entre las grandes ciudades y el resto del país donde el porcentaje de personas en pobreza fue 42,8% y en pobreza extrema 19,1%. Según el informe, para el 2013 la pobreza en las zonas rurales es 2,5 veces mayor que la pobreza en las cabeceras.

Las investigaciones económicas recientes coinciden en que un mayor nivel de igualdad puede ayudar a sostener el crecimiento. Este se ve afectado por elevados niveles de desigualdad que impiden a los pobres permanecer saludables y acumular capital humano, generan inestabilidad política y económica que reducen la inversión y dificultan el consenso social requerido para ajustar la economía y garantizar el desarrollo sostenible. Por lo anterior, políticas de redistribución del ingreso –como, por ejemplo, proveer educación pública de calidad– pueden promover la igualdad y el crecimiento a la vez.

En segundo lugar, es necesario evaluar si dicha reducción en la pobreza es sostenible. Programas asistencialistas como Familias en Acción pueden proporcionar los ingresos necesarios para que más colombianos superen la línea de pobreza y dejen de ser considerados pobres. Pero si se analizan las cifras del índice de pobreza multidimensional (IPM) el porcentaje de personas en pobreza fue del 24,8% y para el resto del país fue del 45,9%, cifras mucho mayores que las de pobreza monetaria. El IPM es más completo y difícil de manipular ya que tiene en cuenta características relacionadas con la educación, salud, empleo, primera infancia e infraestructura del hogar.

Si estos programas paternalistas realmente no capacitan a los pobres para generar sus propios ingresos de manera autónoma y sostenible en el tiempo, las espectaculares cifras de reducción de pobreza que presenta el gobierno son una simple farsa. Con ese tipo de programas resulta fácil manipular los resultados y de paso mantener a una gran parte de la sociedad dependiente de la ayuda estatal y patrocinadora del clientelismo que está pudriendo nuestro sistema político.

Necesitamos, por el contrario, una nación de personas que puedan desarrollar sus capacidades y tengan las oportunidades para tener, por lo menos, lo mínimo para vivir dignamente. Una nación de ciudadanos conscientes de sus derechos en vez de un tumulto de mendigos suplicando las migajas de un Estado saqueado.

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