domingo, 16 de febrero de 2014

Congresistas: ¿Jalonadores?

En la actual campaña electoral algunos congresistas que buscan ser reelegidos presentan como su gran logro el haber “jalonado” o “gestionado” determinados recursos para la región. Sólo algunos hablan de proyectos de ley que tramitaron a última hora para tratar de salvar su cuestionada imagen.

Según la Constitución, aquella labor de gestionar o administrar le corresponde a la rama ejecutiva y no a la legislativa. Esta última se encarga primordialmente de la elaboración de las leyes y del control político a la rama ejecutiva. Bajo esa lógica es que los congresistas deben representar a sus electores. Esa división se ideó con el fin de garantizar el equilibrio de poderes en un gobierno republicano.

En Colombia, uno de los regímenes más presidencialistas de Latinoamérica, ha venido ocurriendo una paulatina degeneración de esa arquitectura institucional hasta el punto que el Congreso cada vez más se parece a un apéndice del ejecutivo. Esta distorsión ha profundizado la centralización, el clientelismo y la corrupción; también la ineficiencia administrativa porque los mandatarios locales requieren pasar más tiempo en Bogotá buscando amigos y “gestores” en vez de utilizar los canales institucionales.

Este proceso se ha acentuado durante el gobierno del presidente Santos, quien no contaba con un capital político propio y quien para asegurar la llamada gobernabilidad creó la Unidad Nacional, una coalición de partidos que básicamente a cambio de burocracia y presupuesto da trámite a los proyectos legislativos del presidente. Fue así que, por ejemplo, apoyaron la centralizadora reforma a las regalías.

Muchos afirman que con las nuevas tecnologías de la información se puede reemplazar la democracia representativa por la democracia directa en donde los ciudadanos votan las leyes sin necesidad de intermediarios. Cass Sustein en su libro “Republic.com 2.0” sostiene, por el contrario, que la democracia representativa seguirá siendo necesaria debido a que la deliberación promueve la elaboración de mejores leyes.

En Colombia, sin embargo, pareciera que el nivel del debate en el Congreso ha decaído sustancialmente. Reformas trascendentales para el país – como las de la educación, la salud, las pensiones, la tributaria, la agraria y la justicia –  no reciben la deliberación de altura que requieren. Varias incluso son aprobadas a la carrera y a pupitrazo, ya que muchos congresistas no representan el interés general sino intereses económicos muy particulares que simplemente les dictan de antemano cuál debe ser su posición.


Necesitamos que personas conscientes de estos problemas renueven la forma de hacer política y lleguen al Congreso a reversar el deterioro institucional, llevar a cabo la descentralización prometida por la Constitución y representar realmente los intereses de sus regiones y el país. Por eso no votemos por personas que con sus prácticas políticas  mantienen y alimentan ese deterioro.

Neiva sin zonas verdes

“Está haciendo bochorno” es una expresión común en Neiva utilizada para quejarse del calor que, según algunas personas mayores, está aumentando en la ciudad. Dadas las altas temperaturas resulta importante diseñar políticas públicas para aliviar su efecto en el bienestar de los habitantes y los turistas.

Para estos últimos resulta extraño, por ejemplo, que la ciudad no cuenta con zonas verdes adecuadas para el esparcimiento y diversión de los neivanos. La tendencia urbanística en las grandes ciudades modernas es privilegiar aquellas áreas, con árboles y alrededor de ríos o lagos. Estas amplias zonas o parques ofrecen una alternativa  sana, barata, relajante, incluyente e integradora para la sociedad en general y las familias en particular.

Acá, por el contrario, pareciera que se privilegia el cemento. Un ejemplo de ello fue la lamentable tala de los árboles que se ubicaban hasta recientemente en la anterior Concha Acústica y, antes, el arboricidio de los samanes frente al estadio Urdaneta Arbeláez, en pleno centro de la ciudad. De igual forma, a pesar de la fortuna de tener el rio Magdalena y otras fuentes hídricas, su potencial no se ha aprovechado hasta ahora. ¿A qué se debe esta miopía? ¿Falta de visión? ¿Será que las “obras de concreto” son  más rentables para algunos miembros de nuestra clase política?

Algunas de aquellas fuentes y humedales están siendo afectados por la creciente urbanización descontrolada a los alrededores de la ciudad. De ahí que se requiere de manera urgente la elaboración del nuevo Plan de Ordenamiento Territorial, el cual debe estar soportado, entre otros, por un diagnóstico ambiental y ecosocial serio que garantice la sostenibilidad de la ciudad y la blinde contra los intereses económicos descoordinados que actualmente orientan su fragmentada expansión.

Ese Plan debe tratar de dotar de grandes parques y zonas verdes a la ciudad. Para ello se debe evaluar, por ejemplo, la posibilidad de destinar para aquel fin los terrenos actuales que ocupa la Novena Brigada y de esa manera dar protección debida a las requeridas instalaciones militares en un área más adecuada. Asimismo, es prioritario reconsiderar la intención de ampliar el actual aeropuerto y más bien reubicarlo para aprovechar el terreno actual como zona verde. Esto estaría más acorde con las tendencias urbanísticas y con la expectativa de que el Huila se convierta en el largo plazo en un nodo logístico multi-modal en el sur de Colombia, con lo que requeriría un aeropuerto aún más grande.

Los parques que existen en algunos barrios tampoco se pueden olvidar sino que se deben acondicionar para el pasatiempo familiar. De igual manera, se debe desarrollar un plan de arborización ambicioso que tenga en cuenta factores técnicos para promover la bioregulación climática de la capital. En ese sentido, las palmeras en las calles y ciclorutas no son una opción apropiada para refrescar la ciudad.


En fin, se debe reversar la tendencia a pavimentar todo y a deteriorar los recursos que ofrecen servicios ambientales a los neivanos. Las zonas verdes y la naturaleza en general son un activo que  la ciudad debe valorar y acrecentar.