¿Que todos los políticos son iguales?
Entonces usted no ha tenido la oportunidad de saber quién fue Luis Carlos
Galán.
Este político santandereano hizo soñar a
los colombianos con un cambio profundo para modernizar al país y hacerlo más
justo. En medio del auge del fenómeno del narcotráfico –que promovió un
matrimonio entre mafiosos y políticos tradicionales– Galán se mantuvo con
firmeza como baluarte de la honestidad y de nuestros mejores valores.
Sabía que si quería promover realmente un
cambio positivo, no podía cohonestar ni transar con las mafias que estaban
saqueando y desangrando el país. Con gallardía y magnanimidad se propuso ayudar
a superar los odios, fanatismos y prejuicios que las élites tradicionales
llevaban infundiendo en el pueblo colombiano desde hacía ya mucho tiempo. Como
dice Alonso Salazar, “Gaitán se había propuesto reconciliar a los colombianos y
moralizar las costumbres políticas”.
Un amigo suyo señalaba que Galán vivía la
política como una posibilidad de redención de los humildes. Por eso entre los
objetivos de su programa para Colombia estaba: conquistar e integrar a la vida
nacional la totalidad del territorio; acrecentar los recursos materiales y
espirituales del pueblo colombiano; reivindicar el derecho de los colombianos a
manejar y controlar los recursos naturales; devolver al ser humano su valor
como eje de la sociedad; lograr la igualdad básica de oportunidades y derechos
entre todos los colombianos y recuperar la dignidad de los poderes del Estado.
Contrario a la mayoría de caciques tradicionales
y falsos renovadores de la política de
hoy en día, Galán no apoyó y tampoco aceptó el apoyo de mafiosos o negociantes
de la política. “No podemos aceptar el apoyo de personas que no tienen cómo
explicar sus fortunas”, le dijo públicamente, nada más y nada menos que a Pablo
Escobar, a quien expulsó de su movimiento.
Era un hombre consciente de su
responsabilidad histórica. Y la asumió con grandeza y valentía. Sabía que
“cuando la juventud se pone de pie en defensa de los ideales de libertad, justicia
y fraternidad, siempre la patria ha podido esperar algo grande”. Este abogado y
economista disciplinado en sus estudios prometió ser fiel a los ideales del
pueblo y luchar por ellos con devoción y sinceridad para trasformar la vida de
los oprimidos y rescatar la fe colectiva en un destino superior y trascendente
para la nación.
Galán fue uno de esos líderes que
predican más con su forma de vida que con las palabras. Su secretaría exaltaba
la pulcritud de su jefe; por ejemplo, decía que Galán jamás hizo llamadas de
larga distancia nacional o internacional desde el Congreso cuando fue senador. Qué
diferencia con la mayoría de miembros de la mal llamada dirigencia que piensan
que sus posiciones les dan derecho para burlarse las normas y lograr todo tipo
de privilegios para ellos y sus círculos cercanos.
Cuando le preguntaron sobre los riesgos
que corría su vida, respondió: “A los hombres los pueden matar, pero a las
ideas no. Y al contrario, cuando matan a los hombres las ideas se fortalecen”.
Hoy, 28 años después de su magnicidio, esforcémonos en no ser cómplices de la
cultura mafiosa y de la política tradicional que mató a Galán, y en ayudar a
que sus ideas puedan llegar a transformar nuestro país.
Publicado en https://www.las2orillas.co/galan-la-decencia-posible/
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