“La zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una grande”.
Este es el fragmento de un poeta griego en el que se basó Isaiah Berlin para
escribir su ensayo “La zorra y el erizo” en 1953. Según Berlin, filósofo e
historiador británico, tomando figurativamente esas palabras se puede señalar
una de las diferencias más profundas que divide el estilo de pensamiento de los
seres humanos.
Por una parte, están aquellos que relacionan todo a un
visión única, un sistema, más o menos coherente o articulado; un principio
universal y único bajo el cual interpretan todo lo que observan, piensan y
sienten. Esta es la actitud que define al erizo.
Por otra parte, aparecen aquellos que tienen una visión
dispersa y múltiple de la realidad compleja y que no la integran en una
explicación simplificada, ordenada y coherente, sino que aceptan que en la vida
pueden acontecer hechos contradictorios entre sí y sin ninguna conexión a algún
principio moral o estético. Esta es la
actitud característica de la zorra.
De acuerdo a Berlin, las personas que adoptan la actitud de
la zorra piensan de manera difusa, moviéndose en diferentes niveles y agarrando
la esencia de las experiencias y objetos sin tratar de ajustarlas a una visión
unitaria, totalizadora y algunas veces incompleta, contradictoria o fanática de
la realidad. Saben que muchas cosas dependen del contexto y presentan muchos
matices.
Bajo ese esquema, personajes como Platón, Santo Tomás, Marx
y Freud serían erizos, mientras que Aristóteles, Montaigne, Goethe, Balzac y
Joyce serían zorras.
Comentando este ensayo, Vargas Llosa afirma que en la visión
de los erizos el azar, lo accidental y lo gratuito desaparecen
del mundo o quedan relegados; mientras que para las zorras lo general no
existe, solo los casos particulares. Para el nobel peruano, los erizos tienden
a creer que existe una sola respuesta verdadera
para cada problema humano, y que, una vez hallada esa respuesta, todas las
otras deben ser rechazadas por erróneas. De esta actitud se han derivado muchas
de las tragedias de la humanidad.
En la tragedia colombiana vivimos desde hace décadas una
particular forma de polarización en la que la sociedad se divide en bandos que
se desprecian mutuamente. Tendemos a etiquetar fácilmente al que piensa
distinto y por llevar esa etiqueta sus ideas o posiciones no merecen ni
siquiera ser escuchadas. En algunas épocas – como la actual – algunos de los
bandos tienden a radicalizarse y a producir fanatismos.
La constante violencia que ha permeado nuestra historia
–alimentada en los últimos decenios por fenómenos como el narcotráfico, la guerrilla
y el paramilitarismo – ha dotado a nuestra sociedad de algunos marcados rasgos de sectarismo,
intolerancia y segregación.
En la actual campaña política a la presidencia se ha
manifestado claramente esta tendencia, lo cual no sorprende porque, como lo
dice el mismo Vargas Llosa, los erizos tienden a prevalecer
en la política dado que las explicaciones totalizadoras, claras y coherentes de
los problemas, tienden a ser más populares.
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