miércoles, 9 de julio de 2014

Pékerman: Ejemplo de liderazgo

El viernes pasado la selección colombiana de fútbol fue eliminada del Mundial de Brasil terminando una exitosa campaña que por primera vez nos permitió llegar a cuartos de final y que nos entusiasmó después de 16 años sin asistir al certamen. Gran parte de esa brillante actuación se debió a la labor del director técnico, el profesor José Pékerman, quien nos ha dado un valioso ejemplo de liderazgo.

Pékerman acabó tempranamente su carrera futbolística cuando tenía 28 años debido a una lesión en la rodilla que sufrió cuando jugaba en el Independiente Medellín. Para sostener a su familia tuvo que empezar a desempeñar trabajos ocasionales, incluyendo el ser taxista.

A punta de perseverancia y esfuerzo logró abrirse paso en la dirección futbolística llegando a ser el director técnico de la selección argentina sub-20 –con la que conquistó dos copas mundiales– y de la selección argentina de mayores –con la que llegó también a cuartos de final en el Mundial del 2006.

A inicios del 2012 comenzó a liderar la Selección colombiana y desde entonces resaltó por su estilo de liderazgo. Don José, como lo llaman algunos, se distingue por ser mesurado, equilibrado y muy reservado, como lo podíamos ver en sus declaraciones esporádicas.

Al principio esa actitud fue criticada por algunos como hermética y misteriosa, pero poco a poco este entrenador argentino casado con una colombiana se fue ganando el respeto y el aprecio de todos los colombianos, sobre todo por su gran sencillez a la hora de hablar, de tratar y, principalmente, de escuchar a los demás.

Lo anterior, sin embargo, no le impidió obrar con carácter e independencia a la hora de tratar con los directivos de la Federación Colombiana de Fútbol, los medios de comunicación y a la hora de escoger a los jugadores, guiado únicamente por criterios de profesionalismo y mérito, y no por amiguismos o palancas.

Pékerman nos recordó que no debemos tener miedo a soñar, a pensar en grande y nos motivó a buscar logros altos sin complejos de inferioridad. Nos mostró que con disciplina, trabajo y sencillez en la victoria y dignidad en la derrota podemos alcanzar grandes metas pero, sobre todo, disfrutar el camino hacia ellas. Hoy todos los colombianos le seguimos diciendo con admiración y cariño “¡Gracias profesor Pékerman!”

jueves, 3 de julio de 2014

La estrategia de Costa Rica

La selección nacional de Costa Rica, dirigida por el colombiano Jorge Luis Pinto, ha sido la revelación en el Mundial después de clasificar como cabeza del grupo D del que hacían parte Inglaterra, Italia y Uruguay.

Los ticos, sin jugadores estrella en su equipo, están eufóricos con el buen desempeño de su selección y esperan que sea sostenible en el tiempo, así como lo ha sido su desarrollo económico.

Desde finales de los 80s Costa Rica adoptó una estrategia de crecimiento liderado por exportaciones de alto valor agregado y de apertura comercial gradual, bajo una visión de desarrollo ambiental y socialmente sostenible.

Como resultado, el país triplicó el tamaño de su economía durante los últimos 25 años a la vez que dobló el tamaño de sus bosques y redujo en 46% la pobreza. Aunque históricamente se basó en la agricultura –donde sobresalían productos como el café y el banano–, la economía costarricense hoy está diversificada con una participación significativa de los productos electrónicos y farmacéuticos, el desarrollo de software, los servicios financieros y el ecoturismo.

El buen nivel de educación de su población –tiene el mejor sistema educativo de Latinoamérica según el Reporte de Competitividad Global– la han convertido en un destino atractivo para invertir. El país ha logrado atraer uno de los niveles más altos de inversión extranjera directa en términos per cápita en Latinoamérica, el cual representó el 40% del PIB en el 2013.

Es de destacar que en 1997 Intel estableció una fábrica de microprocesadores que ahora es responsable del 25% de las exportaciones y del 4.9% del PIB del país. La decisión de Intel atrajo al menos otras quince multinacionales como Procter & Gamble, Laboratorios Abbott  y Baxter Healthcare que decidieron establecer sus centros administrativos para el hemisferio occidental en Costa Rica.

Costa Rica ha alineado sus procesos de reforma económica con sus prioridades ambientales y por eso su política ambiental se caracteriza por la cooperación entre el gobierno, el sector privado y las organizaciones ambientales.  Asimismo, el Ministerio de Recursos Naturales, Energía y Minas garantiza la consistencia entre las políticas minero-energética y ambiental, en donde la legislación, las instituciones, los incentivos y la política económica se refuerzan entre sí.

En particular, Costa Rica sobresale por haber reducido los altos niveles de deforestación a través de un exitoso Sistema Nacional de Áreas Protegidas (el 24% del área terrestre frente al 13% para los países en desarrollo y 8% para los desarrollados)  y una legislación de gestión de recursos naturales que complementó con incentivos financieros directos a los tenedores de tierra. El más importante  de estos ha sido el programa de Pagos por Servicios Ambientales (PSA) que provee incentivos financieros directos a los terratenientes que conservan los bosques en vez de convertirlos en tierras cultivables.

El turismo es ahora la principal fuente de divisas del país. Costa Rica es el país más visitado en Centroamérica. En el 2013, por ejemplo, recibió cerca de 2.42 millones de turistas extranjeros, es decir, 0.51 turistas en términos per cápita, ganándole a otros destinos populares como República Dominicana (0.38), Brasil (0.3) y México (0.21).


Costa Rica eliminó su ejército con la Constitución de 1948, creando el famoso “dividendo de la paz” que permitió aumentar la inversión pública en salud y educación, ayudando a despertar la conciencia sobre la necesidad y conveniencia de proteger el medio ambiente. Un buen ejemplo para Colombia.

Aprendiendo a escribir: ISPE

Hace dos años empecé a escribir esta columna semanal. Gracias a ella he ido descubriendo los diferentes beneficios de escribir, ejercicio que requiere y, a la vez, otorga disciplina, constancia y espíritu crítico.

Leyendo al inicio sobre cómo escribir columnas de opinión descubrí que no hay reglas o estándares fijos y que cada escritor le imprime su propio estilo – el cual, como todo, se puede ir puliendo con el tiempo.

Encontré, sin embargo, algunos aspectos que considero relevantes a la hora de escribir cada artículo: idea, sencillez, propuestas y ejemplos, los cuales memorizo como ISPE por sus iniciales.

Idea. El artículo debe transmitir una idea concreta y clara. Es muy fácil opinar sobre algo y empezar a divagar señalando muchas cosas pero sin transmitir una idea concisa al lector o sin tomar una posición clara sobre el tema. El lector después de leer el artículo debería saber con claridad cuál era el objetivo del autor o qué era lo que quería transmitir.

Sencillez. Un buen escrito debe ser sencillo y fácil de entender por cualquier persona. La posmodernidad hizo pensar a algunos que un escrito era mejor entre más palabras rebuscadas e incomprensibles tuviera. No obstante, ocurre lo contrario: el buen escritor transmite sus ideas de manera sencilla de tal forma que cualquier persona las comprenda.

Propuestas. Intentar ser propositivo. Estamos en una sociedad en donde la criticadera se ha convertido en una moda. En las redes sociales y en artículos de opinión es ya común ver expresiones como “Qué tristeza qué…”, “Qué lástima que mi país…” Señalar los errores o falencias es un ejercicio incompleto sino hacemos el esfuerzo de proponer alternativas de solución sustentadas con argumentos sólidos.

Ejemplos. En línea con lo anterior, dar ejemplos de posibles soluciones, de casos exitosos, de buenas prácticas o de opiniones de expertos es una buena forma de ilustrar las posibles soluciones, de abrir nuevas perspectivas para tratar de resolver los problemas y de aterrizar la discusión o el análisis en casos concretos.

En general, escribir ha sido un ejercicio muy enriquecedor para mi. Me ha obligado a ser más perceptivo y a tratar de no quedarme en los clichés, en los lugares comunes, en las frases de cajón, en los análisis simplones o en la tentación de opinar por opinar.

Lograr esto requiere mucho esfuerzo porque el tema de cada artículo debe ser de interés general, idealmente de coyuntura. Pero eso hace que muchas veces se tenga que opinar “en caliente” – sin haber reflexionado con calma – o sin contar con la suficiente información. También porque para no ser monotemático, el columnista debe tratar de hablar de temas diversos, obligándolo a salir de su zona de confort.

De ahí que el tratar de escribir bien – de manera interesante, persuasiva y profunda – lo obliga a uno a mantenerse intelectualmente activo, analizando los acontecimientos desde diversos puntos de vista y leyendo bastante. Al mismo tiempo, se debe intentar ser mesurado a la hora de cuestionar algo, teniendo en cuenta que es muy fácil cuestionar desde la barrera las acciones de aquellos que están en la cancha.


Por último, pero no menos importante, escribir una columna le permite a uno recibir retroalimentación de sus lectores intercambiando opiniones, contra-argumentando o analizando otros puntos de vista. Esto lo enriquece a uno de sobremanera, siempre y cuando se haga con respeto y con argumentos. Por todo lo anterior, siempre serán bienvenidas sus opiniones y correcciones en esta columna.

Necesitamos más zorras

“La zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una grande”. Este es el fragmento de un poeta griego en el que se basó Isaiah Berlin para escribir su ensayo “La zorra y el erizo” en 1953. Según Berlin, filósofo e historiador británico, tomando figurativamente esas palabras se puede señalar una de las diferencias más profundas que divide el estilo de pensamiento de los seres humanos.

Por una parte, están aquellos que relacionan todo a un visión única, un sistema, más o menos coherente o articulado; un principio universal y único bajo el cual interpretan todo lo que observan, piensan y sienten. Esta es la actitud que define al erizo.

Por otra parte, aparecen aquellos que tienen una visión dispersa y múltiple de la realidad compleja y que no la integran en una explicación simplificada, ordenada y coherente, sino que aceptan que en la vida pueden acontecer hechos contradictorios entre sí y sin ninguna conexión a algún principio moral o estético.  Esta es la actitud característica de la zorra.

De acuerdo a Berlin, las personas que adoptan la actitud de la zorra piensan de manera difusa, moviéndose en diferentes niveles y agarrando la esencia de las experiencias y objetos sin tratar de ajustarlas a una visión unitaria, totalizadora y algunas veces incompleta, contradictoria o fanática de la realidad. Saben que muchas cosas dependen del contexto y presentan muchos matices.

Bajo ese esquema, personajes como Platón, Santo Tomás, Marx y Freud serían erizos, mientras que Aristóteles, Montaigne, Goethe, Balzac y Joyce serían zorras.

Comentando este ensayo, Vargas Llosa afirma que en la visión de los erizos el azar, lo accidental y lo gratuito desaparecen del mundo o quedan relegados; mientras que para las zorras lo general no existe, solo los casos particulares. Para el nobel peruano, los erizos tienden a creer que existe una sola respuesta verdadera para cada problema humano, y que, una vez hallada esa respuesta, todas las otras deben ser rechazadas por erróneas. De esta actitud se han derivado muchas de las tragedias de la humanidad.

En la tragedia colombiana vivimos desde hace décadas una particular forma de polarización en la que la sociedad se divide en bandos que se desprecian mutuamente. Tendemos a etiquetar fácilmente al que piensa distinto y por llevar esa etiqueta sus ideas o posiciones no merecen ni siquiera ser escuchadas. En algunas épocas – como la actual – algunos de los bandos tienden a radicalizarse y a producir fanatismos.

La constante violencia que ha permeado nuestra historia –alimentada en los últimos decenios por fenómenos como el narcotráfico, la guerrilla y el paramilitarismo – ha dotado a nuestra sociedad  de algunos marcados rasgos de sectarismo, intolerancia y segregación.

En la actual campaña política a la presidencia se ha manifestado claramente esta tendencia, lo cual no sorprende porque, como lo dice el mismo Vargas Llosa, los erizos tienden a prevalecer en la política dado que las explicaciones totalizadoras, claras y coherentes de los problemas, tienden a ser más populares.

Sin embargo, cada vez más los humanos estamos tomando conciencia de nuestra interdependencia, de que vamos en el mismo barco y, por tanto, de que la tolerancia y el pluralismo son necesidades prácticas para nuestra supervivencia. Para caminar en esa dirección, en nuestro país tenemos el deber también práctico y moral de acabar lo más pronto posible con el conflicto armado y terminar así con esa espiral de violencia e intransigencia que está enfermando a nuestra sociedad. Ese es el primer paso para alcanzar la reconciliación y la paz. 

Democracia desfigurada

Así se llama el nuevo libro de la profesora Nadia Urbinati (Democracy disfigured: Opinion, truth, and the people). Urbinati interpreta la democracia como “el gobierno por medio de la opinión que opera a través de ciertos procedimientos y dentro de un sistema de derechos y la división de poderes del estado, es decir, dentro de una organización que intenta difuminar, controlar y separar en vez de concentrar y exaltar el poder (y la opinión como una forma de poder)”.

En ese sentido la democracia representativa es un sistema en el que gobiernan la “voluntad” –el derecho a votar y los procedimientos e instituciones que regulan las decisiones de la autoridad –  y la “opinión pública” – el dominio extra-institucional de las opiniones políticas. Según la connotada politóloga, esta diarquía es la clave para apreciar la democracia como un gobierno que se fundamenta en la igual libertad para todos.

La profesora de Columbia University analiza tres desfiguraciones que representan mutaciones alarmantes de la democracia: la epistémica, la populista y la plebiscitaria.

La teoría epistémica quiere traer la racionalidad y el conocimiento a la política democrática con el fin de cambiar  su naturaleza basada en la opinión. Ella intenta quitarle a la democracia su naturaleza política haciéndola un proceso para el logro de “resultados correctos”, en vez de resultados que son procedimental y constitucionalmente válidos. En ella se basa el mito actual del gobierno técnico (“el gobierno por los expertos”). Esta variación epistémica de la esfera pública deforma el carácter impreciso y pluralista de la democracia, que es esencial para el goce de la libertad política.

El populismo, por su parte, alimenta la polarización y simplificación de los intereses sociales y las ideas políticas, y de esa manera usa el mundo de la opinión como un mero instrumento para lograr la unidad de la gente. La ideología populista ataca al establecimiento con el objetivo de hacer las opiniones de una porción de la población la fuente de legitimidad (lo que un caudillo tropical llamó el “Estado de opinión”), debilitando consecuentemente el disentimiento y amenazando el pluralismo.

La democracia plebiscitaria, por último, da a la esfera pública una función predominantemente estética y reduce el rol de la opinión pública al de construir la autoridad del líder. El carácter visual de los medios de comunicación facilita ese fenómeno en el que los ciudadanos se convierten en una audiencia pasiva con curiosidad insaciable  y en el que su actividad principal es visual y espectadora, no discursiva u orientada a la participación.

Estas desfiguraciones castigan las instituciones intermedias como los partidos políticos, promueven formas personalistas de representación y abogan por un poder ejecutivo fuerte. También proponen revisar fuertemente o descartar el carácter procedimental de la democracia sobre el que la figura diárquica descansa y cuestionan el significado y la función de lo público.


Según Urbinati, el valor de la democracia descansa en el hecho de que permite a los ciudadanos cambiar sus decisiones y sus líderes sin cuestionar el orden político. La democracia es a la vez una meta y el proceso para alcanzarla. La libertad de participación y la certeza de que ninguna mayoría será la última son los “bienes” que los procedimientos democráticos proveen. Ojalá en Colombia podamos proteger y afianzar nuestra débil democracia.