Los pésimos resultados de Colombia en la prueba internacional de
conocimiento PISA 2012 volvieron a generar polémica en el país. Diversos
analistas se dedicaron durante la semana a buscar los posibles culpables. Aunque
algunos acusan al gobierno
de no tener una política educativa seria o a los mismos estudiantes por su
desinterés, una gran mayoría culpa a los profesores por su falta de
preparación.
Eso se debe a que parten del enfoque dominante con que actualmente
se aborda la educación, el cual se basa en dos supuestos importantes. Primero,
asume que el éxito profesional de una persona depende de habilidades cognitivas
que se pueden estimar a través de exámenes estandarizados de conocimiento.
Segundo, supone que el ingrediente clave para obtener resultados óptimos en
esos exámenes es contar con buenos profesores.
Paul Tough en su reciente libro “Cómo
triunfan los niños” revisa algunos estudios recientes de carácter
multidisciplinario – como los realizados por el nobel James Heckman – que
contradicen o, al menos, ponen en duda aquel enfoque. En cuanto al primer
supuesto, Tough señala que el éxito profesional depende sobre todo del
desarrollo de habilidades no cognitivas – que algunos llaman carácter – tales
como la perseverancia, la curiosidad, la resistencia al fracaso, el optimismo y
el autocontrol.
En cuanto a lo segundo, Tough afirma que la evidencia empírica
reciente no soporta la hipótesis de que solamente con buenos profesores se
pueden superar los obstáculos que
representan las condiciones socio-económicas de los estudiantes pobres. Por
ejemplo, la incertidumbre y el estrés generados por las dificultades económicas
pueden afectar seriamente sus habilidades cognitivas, emocionales y sociales.
Por otra parte, la sociedad colombiana se debe plantear primero
cuál es la finalidad de la educación: ¿Proveer simplemente mano de obra calificada
para el sistema productivo? o ¿permitir el desarrollo integral del ser humano
para que sea feliz?. De la respuesta a ese interrogante dependerá si el sistema
educativo se basa primordialmente en un enfoque competitivo o en uno orientado
a la solidaridad y a promover un espíritu crítico, por ejemplo.
Como dice William
Ospina, hay por lo menos un costado de la educación cuyo énfasis debería
ser la convivencia y la solidaridad antes que la rivalidad y la competencia.
Ciertamente, aunque la ciudad de Shanghai en China ocupó el primer puesto en
las pruebas, la exagerada lógica
competitiva ha incrementado el soborno y hecho a los estudiantes menos
felices y menos saludables. Por el contrario, en Finlandia – que ocupó el
puesto doce – los estudiantes asisten al colegio menos tiempo sin sacrificar su
niñez o sufrir ansiedad por tratar de satisfacer a padres obsesionados con la
competencia. El debate sigue abierto y como no hay fórmula mágica tampoco
admite conclusiones simplistas o ligeras.
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