domingo, 17 de marzo de 2013

Los verdaderos dueños de la finca


Esta semana la Gobernación del Huila socializó con los alcaldes los resultados de un estudio sobre cómo va el Departamento en el cumplimiento de los Metas del Milenio para el 2015. La investigación fue realizada por la Universidad del Rosario (todavía me pregunto por qué no se le encargó a la Universidad Surcolombiana).

Según el informe el 25,9 por ciento de los huilenses viven en pobreza extrema, es decir, más del doble del promedio nacional que es del 12,3 por ciento. Ambas cifras están por encima de la meta del 8,8 por ciento que ratificó Colombia. De igual manera, el porcentaje de personas en situación de pobreza es del 53,3 frente al 37,17 por ciento a nivel nacional. A estos problemas se suman otros ya conocidos como el déficit de infraestructura, el aumento de la informalidad y el trabajo mal remunerado, la carencia de industrias que generen valor agregado y la falta de calidad en la educación, por mencionar algunos.
El Huila no progresa como podría hacerlo y, por el contrario, pareciera que en algunos aspectos la situación empeora. El Departamento ha sido manejado durante mucho tiempo por un grupo de políticos tradicionales y sus secuaces como si fuera su finca propia. Por ejemplo, varias entidades públicas del Huila están capturadas por dirigentes y grupos políticos: controlan sus nóminas, presupuestos y con quién pueden contratar. No es raro entonces que sean ineficientes, focos de corrupción y que los servicios que prestan sean costosos y de mala calidad.

Corrupción rampante, desigualdad y pobrezas extremas: ¿Pueden los que nos trajeron a esta situación y se alimentan de ella sacarnos del problema? Definitivamente no. La solución, sin embargo, no es despreciar la política asumiendo una posición indiferente y conformista. Tampoco nos podemos quedar eternamente quejándonos, señalando estos problemas y despotricando contra los políticos tradicionales.

Las circunstancias están dadas para que los miembros de la sociedad civil – por ejemplo, académicos, comerciantes, estudiantes, empresarios, artistas y líderes cívicos –  asumamos nuestra responsabilidad y pasemos a la acción. Debemos pasar de la eterna quejadera a la movilización organizada. Hay que empezar a crear un ambiente en el que puedan surgir liderazgos colectivos que realmente representen una renovación de la política regional. Para ello, lo primero es que cada uno desde su ámbito de acción – universidad, empresa, vereda o familia – promueva un proceso de formación de cultura ciudadana con el que se ayude a tomar conciencia de que somos los dueños de la finca y que debemos cambiar al mayordomo cuando no funciona. Sí se puede. 

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