sábado, 24 de noviembre de 2012

¿SENA de hambrientos?

Esta semana fue publicada en los medios una grabación en la que el Director de la DIAN, Juan Ricardo Ortega, admite que no hay estudios técnicos que soporten la eliminación de los parafiscales, una de las principales fuentes de financiación del SENA. Los mismos estudiantes de esta institución promotora de la educación técnica lo grabaron haciendo está confesión y así quedó abierta una pregunta: ¿Será que al Gobierno no le importa que en el largo plazo desaparezca está institución?

Desde hace ya algún tiempo, he tenido la impresión de que en Colombia se desprecia la educación técnica y que en algunos círculos del poder se ve al SENA con cierto desdén. Algunos empresarios sólo ven a esta institución y en el pago de parafiscales un costo extra para la nómina y por lo tanto una disminución en su capacidad de competir. Ciertos políticos regionales lo ven como una tuerca más para su maquinaria clientelista. Algunos funcionarios públicos  -y que muchas veces han estudiado en reconocidas universidades - ven a los programas de capacitación que ofrece la entidad como “cursos de dudosa calidad para los pobres”.

El SENA es de suma importancia para el desarrollo del país principalmente por dos razones. Primero, para muchas personas de escasos recursos, la institución representa una de las pocas oportunidades –sino la única – para poder salir adelante. En un país tan desigual como Colombia, en donde la movilidad social es muy baja, esta entidad es fundamental para promover la equidad y la inclusión social. Segundo, la educación vocacional y técnica es prioritaria para el crecimiento económico del país. Para profundizar la industrialización y tecnificar el sector agrícola se requiere cada vez más de técnicos y tecnólogos, los cuales juegan un papel muy importante en el desarrollo de un país.

Así lo entendió desde hace años Alemania, posiblemente el país con mayor reconocimiento en esta materia. El “modelo dual” alemán permite que los estudiantes estudien un oficio o una técnica mientras trabajan. Estas personas no son vistas como de segunda categoría y son bien remuneradas.  Fue en gran parte gracias a este modelo que Alemania logró el nivel de desarrollo que tiene y que logró capotear relativamente bien la crisis financiera global. Otros países están tratando de replicar esa experiencia como Brasil que tiene como política de Estado robustecer al SENAI, su institución equivalente y donde estudió el expresidente Lula.

Durante los últimos años el SENA ha aumentado la oferta de programas, la cobertura geográfica y hay hecho otros cambios muy valiosos. Ahora es necesario que el SENA reciba más recursos para mejorar la calidad y pertinencia de sus programas, trabaje más estrechamente con la comunidad empresarial y ayude a los estudiantes desde el comienzo a conectarse al mundo laboral. Esta es la mejor forma de mejorar la competitividad – de la que tantos hablan – y de crear trabajo formal en Colombia. Empresarios, políticos y tecnócratas deberían estar muy interesados en fortalecer al SENA en vez de querer devorarlo. 

sábado, 17 de noviembre de 2012

El campanazo de Interbolsa

Después de que los problemas de liquidez de Interbolsa, la mayor comisionista de valores del país, se agravaron hasta el punto que no pudo cumplirle a una de sus contrapartes, el Gobierno decidió liquidar la compañía. El Ministerio de Hacienda y la Superintendencia Financiera, sin embargo, estuvieron varias semanas intentando evitar la debacle de este importante jugador en el sector financiero. Una quiebra desordenada podría poner en peligro no solamente a sus clientes y contrapartes, sino también al mismo mercado de deuda pública, ya que era uno de los principales inversionistas en bonos del Gobierno.

Ahora que disminuyó el riesgo para el sistema – aunque todavía no se han aclarado muchos detalles sobre el entramado de las operaciones que había montado–, el Gobierno debe evaluar detenidamente los ajustes normativos necesarios para disminuir la probabilidad de que se repitan eventos como este. Es lo que varios países han venido tratando de hacer después de las experiencias traumáticas que dejó la crisis financiera global en el 2008.

Los estragos que causó aquella crisis fueron de tal magnitud que muchas economías aún no se han recuperado. De hecho, esta ha sido una de las recuperaciones más lentas de la economía mundial. El paradigma económico que había predominado hasta entonces – y que propugnaba una liberalización profunda del sector financiero – se está empezando a revisar.

Durante las últimas décadas el poder de cabildeo de los grupos financieros logró que las regulaciones que los limitaban para tomar mayores riesgos se volvieran más laxas. Su poder influyó también en el establecimiento académico que suministró teorías dogmáticas que respaldaron dicha desregularización. Ahora es evidente que la autorregulación del mercado de valores no basta y que las normas deben volver a fortalecerse para garantizar un mercado financiero sólido y estable.

Las posiciones dogmáticas  y miopes en la academia también han empezado a ceder terreno. La tecnocracia – que con base en aquellos dogmas frecuentemente modeló las políticas públicas y despreció a los que tenían opiniones diferentes – ha empezado a reconocer con humildad y sensatez las falencias y los peligros que entraña esa visión fundamentalista. Por ejemplo, hace poco el Fondo Monetario Internacional desconcertó a muchos de aquellos antiguos economistas iluminados cuando reconoció que los controles de capitales son un instrumento válido para que un país pueda ejecutar su política macroeconómica y proteger su economía nacional.

Mercados financieros sanos son indispensables para el funcionamiento y desarrollo de una economía moderna. Por eso la regulación, como en tantos otros mercados, debe promover en ellos la competencia, la transparencia y la protección de los usuarios. Los mercados evolucionan y se adaptan con gran facilidad; de igual manera las normas que los regulan deben evolucionar. Ojalá el Gobierno haya escuchado este campanazo de alerta.

Mejoramiento humano y futuro del trabajo



Hace poco fue publicado el reporte de un taller que realizaron en el Reino Unido conjuntamente la Academia de Ciencias Médicas, la Academia Británica, la Academia Real de Ingeniería y la Sociedad Real de ese país sobre el mejoramiento humano y el futuro del trabajo (ver vínculo aquí). 

El término “mejoramiento humano” –el cual no está libre de críticas y se podría remplazar por “modulación humana” – hace referencia a nuevas tecnologías diseñadas o utilizadas para restaurar o mejorar el desempeño humano, superando de esa manera las limitaciones de su funcionamiento en aspectos como la memoria, la audición o la movilidad. 

Estas tecnologías surgen de un amplio rango de disciplinas como la biotecnología, la ingeniería de tejidos, las neurociencias y la computación. Algunos ejemplos son los medicamentos que optimizan  el proceso de cognición para acrecentar la memoria y la concentración; software comercial para entrenar el cerebro; ayudas auditivas o  implantes de retina para mejorar la percepción sensorial o  extremidades biónicas para restaurar la movilidad. 

La creciente utilización de estas tecnologías puede influir en la habilidad del individuo para aprender o realizar ciertas tareas y quizás incluso para entrar a una profesión;  trabajar de manera más eficiente, por más tiempo, en condiciones más extremas o en una edad avanzada; reducir las enfermedades relacionadas al trabajo o facilitar el retorno al trabajo después de una enfermedad.
Varios países desarrollados han empezado a ver con mayor interés estas tecnologías ya que para muchos de ellos el envejecimiento de su población es una amenaza seria. El Reino Unido, por ejemplo, tiene 10 millones de personas por encima de los 65 años, cifra que podría aumentar, según el reporte, en aproximadamente 5.5 millones en los próximos 20 años hasta llegar a 19 millones en el 2050.

Aunque estas tecnologías pueden representar oportunidades, también suscitan muchos retos en materia ética, social, política, de salud y seguridad. Por ejemplo, ¿existen circunstancias en donde los mejoramientos deben ser promovidos o incluso obligatorios porque el trabajo involucra responsabilidad por la seguridad de otros como en el caso de los conductores de bus o los pilotos de avión?

Según los participantes, es necesario distinguir la fiebre de mercado de la realidad y no sobredimensionar estas tecnologías emergentes que tienden a aprovechar la esperanza de muchas personas. Algunos sostuvieron que la precaución y el escepticismo sostienen la ciencia robusta y facilitan una discusión más productiva. . En general, estas tecnologías de mejoramiento pueden llegar a cambiar considerablemente la forma en que trabajamos y, por tanto, la sociedad debe participar en un diálogo abierto sobre su utilización. 

En ese sentido, es necesario entender los posibles peligros. Por ejemplo, todavía no existen estudios que analicen el impacto de largo plazo y los efectos secundarios de los medicamentos utilizados por individuos saludables para mejorar sus capacidades cognitivas – las costosas campañas publicitarias de las farmacéuticas tienden a resaltar algunos aspectos supuestamente positivos. Por eso para muchos de nosotros la educación y el ejercicio físico continuarán siendo los mecanismos confiables para mejorar nuestras capacidades cognitivas y desempeño en el trabajo.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Reforma tributaria y desigualdad


Actualmente se debate en el Congreso un proyecto de reforma tributaria presentado por el Gobierno. Sin entrar a discutir los detalles, quisiera resaltar algunas ideas referentes al contexto en el que se discute la propuesta, el cual tiene dos características particulares. Por una parte, a nivel mundial el paradigma económico que predominó durante los últimos treinta años – que se enfocaba en temas de eficiencia ignorando los aspectos de distribución y justicia –está cambiando. A nivel nacional, por otra parte, la iniciativa legislativa no surgió a raíz de necesidades presupuestales como solía acontecer en el pasado.

En cuanto al primer punto, hace poco la revista The Economist publicó un informe especial sobre el creciente nivel de desigualdad en ingresos, catalogándolo como uno de los retos más grandes de nuestra época. Según el informe, el movimiento de indignados que nació después de la crisis financiera internacional desapareció pero logró  llamar la atención sobre la dramática concentración de los ingresos durante los últimos 30 años y consolidar el tema en la agenda política.

La teoría económica que se impuso durante esos años considera que es inevitable una mayor desigualdad a medida que una economía crece y que aquella puede ser beneficiosa para el crecimiento. Sin embargo, ahora se tiende a reconocer que la desigualdad excesiva puede ser perjudicial para el mismo desarrollo económico porque puede impedir que personas talentosas pero pobres accedan a la educación, alimentar resentimientos que resulten en políticas populistas perjudiciales o debilitar las instituciones a favor de las élites.

En relación a la situación presupuestal en Colombia, la reforma debe aprovecharse para volver más progresivo – el que más tiene paga más – el sistema tributario ya que, como lo reconoce el texto del proyecto, Colombia es uno de los países más desiguales en el mundo. Jorge A. Rodríguez, director del Centro de Investigaciones para el Desarrollo de la Universidad Nacional,  señala que muchos incentivos tributarios  que se otorgan con el argumento de que promueven la inversión y por tanto el empleo, en realidad no cumplen ese fin sino que terminan beneficiando a unos cuantos grupos privilegiados.

Por ejemplo, la deducción del 30% en el impuesto de renta por inversión en activos fijos  establecida de manera temporal por la Ley  863 de 2003 – aumentada al 40% y hecha permanente por la Ley 1111 de 2006 – fue ineficaz para incentivar la inversión. Otros factores como la estabilidad social e institucional, la calidad de la mano de obra y la infraestructura, pueden ser factores más decisivos para fomentar inversión que genere empleo y transfiera conocimiento.

La reforma tributaria debe representar otra oportunidad para reducir la desigualdad en Colombia, mejorando las oportunidades de movilidad social para los menos favorecidos. Para esto es necesario seguir de manera crítica la manera como votan nuestros legisladores con el fin de compensar la presión que ejercen sobre ellos grupos con capacidad de invertir grandes sumas de dinero – como las multinacionales que explotan los recursos naturales – para mover injustamente el sistema a su favor.