Nicholas Carr sintió hace algunos años que
cuando leía su concentración empezaba a desviarse después de una o dos páginas.
Su mente se distraía más fácilmente y tenía que hacer un mayor esfuerzo para
seguir el hilo conductor de una lectura. Al mismo tiempo, su cerebro estaba más
hambriento y ansioso por alimentarse en internet.
Carr, con estudios de literatura en Harvard, vio
una relación entre los dos hechos y comenzó una investigación profunda del
fenómeno que para muchos es bastante familiar. Los resultados los publicó en su
libro “Superficiales: ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?”, que
obtuvo el año pasado el prestigioso
premio Pulitzer.
La revolución digital por la que estamos
atravesando –que se basa principalmente en la internet – tiene entusiastas y
escépticos. Los primeros pregonan que se trata una nueva era dorada de acceso a
la información y la participación. Los del otro extremo la consideran como una nueva era oscura de mediocridad y vanidad. Pero
el debate entre ellos, señala el experto, generalmente se centra en el
contenido de internet como medio de comunicación y no el medio en sí mismo.
A todos nos gusta pensar que internet, al igual
que otras herramientas tecnológicas, no es ni bueno ni malo en sí, sino que su
valor depende del uso que le demos. Pensamos que tenemos el control, que obedece
a nuestros deseos conscientes y que es un artefacto neutral.
Sin embargo, en el largo plazo el medio influye
en la forma en que pensamos y afecta biológicamente nuestro sistema nervioso.
Carr presenta numerosos estudios científicos que muestran que el cerebro humano
es moldeable, incluso el de los adultos. Los circuitos o conexiones entre las
células de nuestros cerebros se desarrollan y crecen con el uso o se atrofian y
debilitan con el desuso.
Otras innovaciones tecnológicas ya antes habían
cambiado nuestra manera de pensar y entender la realidad como, por ejemplo, el
mapa, el reloj, la imprenta y la televisión. Pero, según el autor, nunca había
existido un medio como el internet el cual ha sido programado para esparcir
ampliamente nuestra atención de manera insistente. A diferencia de aquellas
innovaciones, internet ofrece precisamente la clase de estímulos cognitivos y
sensoriales –repetitivos, intensos, interactivos, adictivos – que se ha
demostrado que resultan en alteraciones rápidas y fuertes en los circuitos y
funciones cerebrales.
La variedad de aplicaciones interactivas y
llamativas sobrecargan nuestra memoria de corto plazo, la cual puede almacenar una
pequeña cantidad de información. La memoria de largo plazo, por el contrario,
no solamente puede guardar una cantidad inmensa de información sino esquemas
conceptuales que es en donde los científicos han encontrado que se fundamenta
el entendimiento. Al organizar pedazos de información en patrones de
conocimiento, los esquemas dan profundidad y enriquecen nuestro pensamiento. Es
por ello que el ambiente distractor en internet dificulta la habilidad para
transferir información de la memoria de corto plazo a la de largo plazo y
entrelazarla en esquemas conceptuales. El resultado es que nuestro conocimiento
permanece superficial.
Que alegría siento al leer tan veraz texto, escrito por un hijo ilustre del municipio de El Agrado Huila. Felicitaciones Dr. Mateo Eduardo.
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