Finlandia
es un país pequeño del norte de Europa que se ha convertido en un referente
mundial a nivel de educación. Hace cerca de treinta años emprendió una reforma
profunda de su sistema educativo que le permitió pasar de ser un país agrícola
a ser un líder global en tecnología y competitividad.
La
consistencia con que sus estudiantes obtienen los máximos puestos en las
pruebas internacionales de conocimiento ha hecho que delegaciones de muchos
países lo visiten para tratar de descubrir su secreto. Allá ven que paradójicamente muchas de las
reformas implementadas en este pequeño país se oponen a la lógica de mercado
que sustenta la mayoría de esfuerzos de transformación educativa en otros
países.
Como
lo documentó Pasi Shalberg en su libro Finish Lessons (Lecciones
Finlandesas), en la mayoría de países –
incluyendo a Colombia – el énfasis ha estado en aumentar la competencia, la
estandarización curricular, el tiempo de enseñanza y aprendizaje, la
utilización de exámenes para evaluar a los estudiantes y compensar a los
maestros y, en general, en privatizar la educación.
Finlandia,
por el contrario, ha construido un sistema educativo público que premia la
cooperación, la innovación curricular y el pensamiento crítico; ofrece más
tiempo libre a los estudiantes; incentiva la asociación de colegios para
compartir y adoptar buenas prácticas pedagógicas; disminuye la carga
administrativa a los profesores y promueve la igualdad de oportunidades para
todos los estudiantes.
En
particular, el sistema finlandés otorga un valor social muy elevado a la
profesión docente. Allí los profesores gozan de alto prestigio, hasta el punto
de que pedagogía es una de las carreras más apetecidas por los bachilleres. Los
jóvenes más talentosos quieren ser profesores debido al status, la autonomía y
el acceso a opciones de desarrollo profesional con que contarán durante sus
carreras.
Como
consecuencia, Finlandia tiene un sistema educativo en el que los jóvenes
aprenden bien y las diferencias de desempeño entre los colegios son muy pequeñas
– menos del 5% de variación. Todo esto a un costo y esfuerzo razonable ya que el
gasto público como porcentaje del PIB es de aproximadamente 5.6% – en Estados Unidos, por ejemplo, es de 7.6%.
La educación es una política de Estado y un bien público que todos los
finlandeses valoran – sólo 2.5% del gasto en educación proviene de fuentes
privadas.
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