viernes, 24 de enero de 2014

Finlandia: Lecciones en educación

Finlandia es un país pequeño del norte de Europa que se ha convertido en un referente mundial a nivel de educación. Hace cerca de treinta años emprendió una reforma profunda de su sistema educativo que le permitió pasar de ser un país agrícola a ser un líder global en tecnología y competitividad.

La consistencia con que sus estudiantes obtienen los máximos puestos en las pruebas internacionales de conocimiento ha hecho que delegaciones de muchos países lo visiten para tratar de descubrir su secreto.  Allá ven que paradójicamente muchas de las reformas implementadas en este pequeño país se oponen a la lógica de mercado que sustenta la mayoría de esfuerzos de transformación educativa en otros países.

Como lo documentó Pasi Shalberg en su libro Finish Lessons (Lecciones Finlandesas),  en la mayoría de países – incluyendo a Colombia – el énfasis ha estado en aumentar la competencia, la estandarización curricular, el tiempo de enseñanza y aprendizaje, la utilización de exámenes para evaluar a los estudiantes y compensar a los maestros y, en general, en privatizar la educación.

Finlandia, por el contrario, ha construido un sistema educativo público que premia la cooperación, la innovación curricular y el pensamiento crítico; ofrece más tiempo libre a los estudiantes; incentiva la asociación de colegios para compartir y adoptar buenas prácticas pedagógicas; disminuye la carga administrativa a los profesores y promueve la igualdad de oportunidades para todos los estudiantes.

En particular, el sistema finlandés otorga un valor social muy elevado a la profesión docente. Allí los profesores gozan de alto prestigio, hasta el punto de que pedagogía es una de las carreras más apetecidas por los bachilleres. Los jóvenes más talentosos quieren ser profesores debido al status, la autonomía y el acceso a opciones de desarrollo profesional con que contarán durante sus carreras.

Como consecuencia, Finlandia tiene un sistema educativo en el que los jóvenes aprenden bien y las diferencias de desempeño entre los colegios son muy pequeñas – menos del 5% de variación. Todo esto a un costo y esfuerzo razonable ya que el gasto público como porcentaje del PIB es de aproximadamente 5.6%  – en Estados Unidos, por ejemplo, es de 7.6%. La educación es una política de Estado y un bien público que todos los finlandeses valoran – sólo 2.5% del gasto en educación proviene de fuentes privadas.

El gobierno y la sociedad colombiana están en mora de tomar la decisión de reformar a fondo su inequitativo, repetitivo y acrítico sistema educativo. Aunque Shalberg alerta que muchas de las innovaciones finlandesas no pueden ser simplemente copiadas en otros países – debido a que factores culturales, sociales y económicos inciden en el éxito de un modelo educativo –, Colombia puede comenzar por darse cuenta que tener educación realmente de calidad es una cuestión de voluntad política. 

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