Hoy son evidentes las
transformaciones sociales y económicas que está experimentando Ecuador. En
términos de infraestructura ya nos lleva bastante ventaja con sus autopistas y
aeropuertos modernos. Como resultado de estos y otros avances, este país vecino
avanzó treinta posiciones del ranking de competitividad global (RCG) en dos
años, mientras que Colombia continúa en la misma posición después de cinco
años.
Esto lo ha logrado con
eficiencia administrativa, ejecutando las obras dentro de los tiempos y costos programados,
como lo reporta la última edición de la revista Dinero. Lo anterior contrasta
con la corrupción e ineficiencia a la que nos han acostumbrado en otras tierras
tropicales. En efecto, mientras que Ecuador ocupa el puesto 68 en el factor
“desvío de fondos públicos por corrupción” en el RCG, Colombia casi lo dobla al
ubicarse en el puesto 129.
El incremento en la
inversión pública ha sido financiado, sobre todo, a través de una férrea
persecución a los evasores de impuestos y a una política de renegociación de
los contratos petroleros con las compañías extranjeras que han permitido
triplicar el recaudo. Según el presidente Rafael Correa, quien ha liderado esta
transformación, “de cada 100 barriles se nos llevaban 80; ahora de cada 100
barriles quedan 80 para el pueblo ecuatoriano”.
A pesar del aumento de la
inversión pública, la deuda pública como porcentaje del PIB es de tan sólo 23%,
uno de los niveles más bajos en el continente. Gracias a estas transformaciones,
se ha logrado reducir la dependencia del petróleo, la pobreza, la desigualdad y
el desempleo – este último se ubica en 4.5%, mientras que en Colombia es más
del doble. El mandatario afirma que lo que le ha permitido liderar estos
cambios ha sido una fuerte determinación, una adecuada planificación y un gran
equipo de trabajo, sin la ingenuidad de querer contentar a todo el mundo.
No obstante, este líder
señala que la “revolución educativa” es lo más importante que ha hecho su
gobierno y lo que le garantizará a Ecuador jugar en mejores condiciones en la
sociedad del conocimiento dentro de unos años. En particular, tuve el gusto de
estudiar con dos ecuatorianos que se disponen a hacer sus doctorados en
prestigiosas universidades como beneficiarios de una de las 2000 becas que
otorga el gobierno ecuatoriano para estudios en el exterior.
Otro factor que resalta
Correa es que nunca se imaginó el impacto que podía tener infraestructura digna
en la autoestima de la gente. “Nos habíamos acostumbrado a que éramos inferiores
y que solo podíamos tener malas carreteras. Eso jamás me lo imaginé. Y eso es
tal vez el cambio más importante. El cambio en la actitud de nuestro pueblo. Un
pueblo para el cual antes todo era imposible. Nos considerábamos inferiores. Nos
habíamos acostumbrado a eso”. ¿Cuándo nos llegará el turno a los
colombianos?