miércoles, 11 de julio de 2012

Los desafíos después de Rio+20 (I)


La semana pasada asistí a un foro realizado en la Universidad de Brasilia sobre los desafíos después de la  Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible de Rio+20. Aunque los foristas manifestaron diferentes críticas a los resultados del encuentro mundial, todos coincidieron en que de todos modos fue mejor que se haya hecho a que no. Para ellos este tipo de encuentros pueden ir estableciendo poco a poco las condiciones para generar cambios estructurales. El Protocolo de Montreal, por ejemplo, a pesar de muchos intentos fallidos al final resultó regulando exitosamente la  fabricación de productos que deterioran la capa de ozono. Destacaron también las valiosas oportunidades que se dieron durante la Conferencia para la creación de redes y esfuerzos de cooperación  entre diferentes actores de la sociedad civil comprometidos con la protección del medio ambiente en diferentes partes del planeta.

Según uno de los participantes, y como ha sido ampliamente señalado sobretodo a partir de la crisis económica que empezó en el 2008, es necesario reconocer las limitaciones del modelo económico basado en el crecimiento de la producción y dejar claro que la solución para el futuro no consiste solamente en utilizar insumos verdes, mientras se continua atendiendo a la misma voracidad de consumo que estimula el incremento desaforado de la producción y la explotación irresponsable de los recursos naturales.

En ese sentido, fue un factor positivo que durante Rio+20 se señalaron nuevamente las falencias del Producto Interno Bruto (PIB) y del Índice de Desarrollo Humano (IDH) como indicadores de desarrollo, en la medida en que no reflejan ni el estado de los recursos naturales ni las condiciones ecológicas y tampoco indican si las políticas nacionales son sostenibles en el largo plazo. Por esa razón, se aprovechó el evento para  lanzar el Índice Incluyente de Riqueza, que intenta solucionar esas insuficiencias. Al utilizar este indicador para Colombia se encuentra que, contrario a lo que indica el PIB, la economía decreció durante las últimas dos décadas. ¿Puede el gobierno continuar defendiendo políticas e inversiones  – en hidroeléctricas, por ejemplo – que afectan el capital natural y social del país aludiendo a la necesidad de aumentar el PIB?

Por otra parte, ya  Elinor Ostrom había advertido - en un artículo que escribió días antes de morir- que un único tratado global no resolvería los problemas en la administración de nuestros recursos naturales. Según la especialista, la superposición de un conjunto de políticas públicas tomadas en diferentes niveles de decisión –internacional, nacional, departamental y municipal o entre ciudades –tendría mayores posibilidades de éxito que un acuerdo rígido vinculante sólo entre Estados. Los gobiernos locales, por tanto, pueden jugar un rol importante a la hora de enfrentar los desafíos particulares para el desarrollo humano.

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