Ayer se cumplieron 190 años del natalicio
de José María Rojas Garrido, el mejor orador que ha tenido Colombia según
algunos historiadores como Jorge Mario Eastman.
Nació en El Agrado, Huila, el 6 de
septiembre de 1824 y estudió Derecho en
el colegio San Bartolomé de Bogotá en donde se distinguió por su destreza para
la argumentación, su palabra florida y su consagración a los temas forenses.
Después de graduarse en 1847, este hombre de ideas liberales inició una exitosa
carrera profesional que lo llevó a ser gobernador de la provincia de Neiva,
ministro plenipotenciario (diplomático), congresista y magistrado de la Corte
Suprema. Bajo la figura de primer designado ocupó la presidencia durante dos
meses en 1866 mientras el general Tomás Cipriano de Mosquera estaba en exilio,
oportunidad que le permitió a este agraduno constituirse como el único
colombiano que ha ocupado la presidencia de las tres ramas del poder público.
Junto con otros liberales, el hijo de El
Agrado se propuso desmontar el Estado colonial sumamente centralizado y
promover reformas encaminadas a garantizar la libertad humana. Para el
historiador Reynel Salas, Rojas Garrido fue uno de los más destacados líderes
del proceso de renovación política a nivel nacional que emprendió el
liberalismo y uno de los hombres más influyentes durante buena parte de la
segunda mitad del siglo XIX.
De acuerdo a la colección Oradores
Liberales, Rojas Garrido tuvo el honor de proponer en el congreso de 1851 “la
ley que declaró absolutamente libre la expresión del pensamiento por medio de
la imprenta”, siendo el primero en presentarla de un modo práctico en el cuerpo
legislativo. De igual manera, en 1857 como diputado por la provincia de Neiva
en la cámara de representantes se distinguió por su elocuencia, principalmente
en el debate sobre el proyecto de ley para la abolición de la pena de muerte.
Delimiro Moreno, nuestro historiador
emérito, sostiene que Rojas Garrido fue la estrella indiscutible en la Convención de Rionegro en 1863 “no solo por su arrolladora oratoria, sino por su
sólida formación jurídica que hará de él el artífice de la legislación republicana en remplazo de la
colonial española, vigente hasta su época”. En la nueva constitución
concibieron “una República consagrada particularmente a la educación, para
formar ciudadanos que puedan disfrutar
plena y responsablemente de las libertades y garantías sociales”.
Lo describen de “estatura mediana, cuerpo
inclinado a la obesidad, voz vibrante y agradable, expresión clara, concepción
vigorosa y lógica irresistible cuando defendía buenas causas y las sostenía con
sincera convicción”. Debido a una odiosa
costumbre de estas tierras, le pusieron como apodo “Guala”, en alusión a una
especie de gallinazo – el mismo apodo que le colocaron décadas más tarde a
Rodrigo Lara Bonilla, otro huilense ilustre.
Por todo lo anterior, Rojas Garrido es
una figura representativa del Huila. Aunque sus coterráneos de El Agrado lo
admiramos y le rendimos homenaje frecuentemente – por ejemplo, una escuela y un
barrio llevan su nombre – hace falta rescatar y valorar su imagen en el resto
de nuestro departamento. Su espíritu liberal podría también orientar muchas de
las reformas culturales e institucionales que necesita nuestro país.
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