domingo, 14 de septiembre de 2014

El hijo de El Agrado

Ayer se cumplieron 190 años del natalicio de José María Rojas Garrido, el mejor orador que ha tenido Colombia según algunos historiadores como Jorge Mario Eastman.

Nació en El Agrado, Huila, el 6 de septiembre de  1824 y estudió Derecho en el colegio San Bartolomé de Bogotá en donde se distinguió por su destreza para la argumentación, su palabra florida y su consagración a los temas forenses. Después de graduarse en 1847, este hombre de ideas liberales inició una exitosa carrera profesional que lo llevó a ser gobernador de la provincia de Neiva, ministro plenipotenciario (diplomático), congresista y magistrado de la Corte Suprema. Bajo la figura de primer designado ocupó la presidencia durante dos meses en 1866 mientras el general Tomás Cipriano de Mosquera estaba en exilio, oportunidad que le permitió a este agraduno constituirse como el único colombiano que ha ocupado la presidencia de las tres ramas del poder público.

Junto con otros liberales, el hijo de El Agrado se propuso desmontar el Estado colonial sumamente centralizado y promover reformas encaminadas a garantizar la libertad humana. Para el historiador Reynel Salas, Rojas Garrido fue uno de los más destacados líderes del proceso de renovación política a nivel nacional que emprendió el liberalismo y uno de los hombres más influyentes durante buena parte de la segunda mitad del siglo XIX.

De acuerdo a la colección Oradores Liberales, Rojas Garrido tuvo el honor de proponer en el congreso de 1851 “la ley que declaró absolutamente libre la expresión del pensamiento por medio de la imprenta”, siendo el primero en presentarla de un modo práctico en el cuerpo legislativo. De igual manera, en 1857 como diputado por la provincia de Neiva en la cámara de representantes se distinguió por su elocuencia, principalmente en el debate sobre el proyecto de ley para la abolición de la pena de muerte.

Delimiro Moreno, nuestro historiador emérito, sostiene que Rojas Garrido fue la estrella indiscutible en la  Convención de Rionegro en 1863 “no solo  por su arrolladora oratoria, sino por su sólida formación  jurídica que hará  de él el artífice de  la legislación republicana en remplazo de la colonial española, vigente hasta su época”. En la nueva constitución concibieron “una República consagrada particularmente a la educación, para formar ciudadanos  que puedan disfrutar plena  y responsablemente  de las libertades  y garantías sociales”.

Lo describen de “estatura mediana, cuerpo inclinado a la obesidad, voz vibrante y agradable, expresión clara, concepción vigorosa y lógica irresistible cuando defendía buenas causas y las sostenía con sincera convicción”.  Debido a una odiosa costumbre de estas tierras, le pusieron como apodo “Guala”, en alusión a una especie de gallinazo – el mismo apodo que le colocaron décadas más tarde a Rodrigo Lara Bonilla, otro huilense ilustre.

Por todo lo anterior, Rojas Garrido es una figura representativa del Huila. Aunque sus coterráneos de El Agrado lo admiramos y le rendimos homenaje frecuentemente – por ejemplo, una escuela y un barrio llevan su nombre – hace falta rescatar y valorar su imagen en el resto de nuestro departamento. Su espíritu liberal podría también orientar muchas de las reformas culturales e institucionales que necesita nuestro país.


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