domingo, 31 de agosto de 2014

¿Provincianos inútiles?

El reciente anuncio del nuevo gabinete de gobierno ha suscitado opiniones encontradas. Algunos celebran que el perfil de los nuevos ministros sea más técnico que político, dadas las sospechas de que se conformaría para pagar los favores políticos de la campaña.

Otros critican que es un gabinete netamente santista en el que no están representados los sectores sociales que promovieron y fueron determinantes para la reelección del presidente.

También estamos aquellos que consideramos que el nuevo gabinete no da representatividad a las regiones, a pesar de las intentos y explicaciones reforzadas del Gobierno por demostrar otra cosa.

En efecto, la mayoría de miembros del gabinete son tecnócratas que comparten un perfil similar, provenientes prácticamente del mismo círculo social de la capital del país y con el mismo sesgo ideológico.

¿Representa lo anterior un problema? ¿Es una cuestión para alarmarse? Por lo menos es una desventaja ya que puede conducir a lo que los psicólogos llaman “pensamiento de grupo” (groupthink).

Aquel es un fenómeno en el que los miembros de un equipo tienden a pensar igual, disminuyendo la creatividad y los disensos necesarios para entender la realidad llena de matices. Esas características resultan trascendentales si en realidad este gobierno desea consolidar las bases para la paz ante un posible escenario de posconflicto con las guerrillas.

Más aún, decisiones como esta acentúan el creciente centralismo que padece el Estado colombiano. Cada vez más, los buenos deseos de descentralización de la Constitución del 91 son pisoteados por este tipo de decisiones.

También nos podemos preguntar la causa: ¿No hay técnicos bien preparados en las regiones que puedan aportar al gobierno central su conocimiento de la realidad local? ¿Aquello evidencia la disparidad en el acceso a oportunidades en las regiones?  O en el fondo, ¿es reflejo de un desprecio soterrado de la clase gobernante hacia los “provincianos”?

Según William Ospina, “el principio de una capital autócrata y distante, convertida en centro administrativo y ordenador de la nación, fue una de las consecuencias dramáticas de nuestra historia”. Desde allí una élite desconocedora y ajena a las realidades del país “nos muestra cuatro cifras abstractas de prosperidad para demostrarnos que vivimos en el paraíso”.

Si el gobierno actual realmente quiere disminuir la desigualdad, aumentar la movilidad social y promover una sociedad incluyente, debió empezar por demostrarlo en la conformación de su gabinete

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