martes, 5 de agosto de 2014

Petro y su estilo de liderazgo


Esta semana Carlos Vicente de Roux, uno de los concejales de Bogotá más influyentes, anunció su ruptura con el alcalde Gustavo Petro, después de trabajar juntos en política por doce años.

De Roux expresó dudas por la transparencia en la prorrogación de los megacontratos de Bogotá y señaló que la administración de Petro “es un modelo centrado en el líder, en las ocurrencias del líder y muy confrontacional con quienes no comparten el esquema”.

El respetado concejal añadió: “Yo ya estoy mayor para salir a sumarme a la causa de un líder destacado, carismático, pero que no tiene sentido de organización política distinto a su propia discrecionalidad y a sus decisiones autónomas”.

En efecto, el enfoque de Petro es un ejemplo del clásico estilo caudillezco y mesiánico que crece tan fácilmente en estas tierras. Líderes como él tienden a despreciar las instituciones y el trabajo en equipo. Sus colaboradores están para obedecer y seguir al ungido ciega y calladamente.

Estos personajes comparten una gran falencia: la incapacidad de escuchar. Se embriagan con su propio discurso y les cuesta escuchar otros puntos de vista; más aún, se irritan cuando alguien los cuestiona o los contradice. Por eso con facilidad interrumpen cuando alguien interviene – a no ser que sea para lamberlos.

Precisamente la concejal Diana Alejandra Rodríguez afirmó que “nosotros le contamos al Alcalde sobre hechos de corrupción en las alcaldías locales, pero no nos escuchó”, mientras que el concejal progresista Diego García manifestó que “el Alcalde ha asumido no tener bancada, sino ser un proyecto político por sí mismo”.

En efecto, los “líderes estilo Petro” reducen sus proyectos políticos a sus aspiraciones personales, demostrando incapacidad para empoderar y promover a sus colaboradores. Si alguien se atreve a cuestionarlos, sencillamente lo descartan. El único elemento indispensable y digno de valorar en sus equipos son ellos mismos.

Por el contrario, un verdadero líder escucha con atención y respeto; valora los puntos de vista distintos porque enriquecen el suyo; las decisiones importantes las toma teniendo en cuenta las opiniones de su equipo; sabe que no tiene que “sabérselas todas” y por eso no teme a mostrarse vulnerable o abierto a la crítica; promueve a los miembros de su equipo constantemente y les muestra respeto valorándolos, en vez de tratarlos como simples fichas intercambiables.

En un ambiente colombiano caracterizado por el individualismo exacerbado y por instituciones débiles, necesitamos liderazgos colectivos que dignifiquen y empoderen a nuestros ciudadanos. Los espíritus pequeños tienden a engrandecer sus egos, mientras que los espíritus grandes tienden a engrandecer a sus equipos.

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