El
martes pasado Andrés Jaramillo, el propietario del restaurante “Andrés Carne de Res”, sugirió que la supuesta
violación de la que fue víctima una joven en el famoso establecimiento fue a
causa de su minifalda. Para defender la tesis de que fue una relación buscada,
Jaramillo argumentó que “una niña que
llega con un sobretodo y debajo una minifalda, ¿a qué está jugando?, y después
para exculpar pecados diga que la violaron”.
Independientemente
de si la versión de la joven de 19 años resulta ser cierta o no, el incidente
representa una oportunidad para cuestionar nuevamente el papel que todavía
juega el machismo en Colombia. Según el último Informe Nacional de Desarrollo
Humano del PNUD, los patrones culturales derivados del machismo se arraigan más
en las poblaciones rurales que en las urbanas. Sin embargo, este caso evidencia
que este mal en realidad penetra nuestra sociedad de abajo a arriba. Aunque el señor
Jaramillo se codea con la crema y nata de la elite colombiana, su argumentación
se parece mucho al popular “quien la manda a vestirse así” o al “pues si se
viste así es buscando algo” u otros de similar galanura.
Razonamientos
como estos serían impensables en un país más civilizado. Allá las mujeres se
visten como se sientan mejor – incluso mucho más ligeras que acá – pero a nadie
se le ocurre que eso pueda llevar a justificar una agresión sexual. Más aún, en
la calle ningún hombre les dice cosas obscenas o las mira como un pedazo de
carne de res. Acá, por el contrario,
muchas personas, hombres y mujeres, crecen pensando que ese tipo de
comportamientos es inherente a la naturaleza masculina: “eso es normal en un
macho”.
El
machismo se percibe en muchas situaciones y costumbres en nuestro país. Por
ejemplo, a muchas mujeres se les tiende a juzgar despectivamente por su
comportamiento sexual – mientras que el mismo comportamiento en los hombres se
alaba – y se les tiende a remunerar por debajo del salario de los hombres. Peor
aún, a muchas mujeres todavía sus parejas las maltratan físicamente. Por
ejemplo, según el reciente Informe Decenal de Cultura Ciudadana para Bogotá
realizado por Corpovisionarios, el 8% de las lesiones de pareja fueron
motivadas por el machismo.
Por
eso el informe exhorta a que el problema de violencia intrafamiliar deje de
verse como un asunto doméstico o privado, para ser entendido, intervenido y
rechazado como un problema de violencia social. Como lo señala el informe, el
trabajo preventivo con victimarios, la focalización en la violencia de pareja y
el desmonte del machismo son necesidades apremiantes.
El
rechazo social a los imaginarios basados en esa visión y la educación en todos
los niveles son indispensables. Se necesita que a la mujer se le empiece
realmente a valorar, que se destaque por su inteligencia y capacidades y no primordialmente
por su apariencia física. Se necesita más el protagonismo de la mujer en la
empresa, la política, las artes, la academia y las ciencias para que los roles
modelo para las niñas no sean solamente los que representan las mujeres en
Protagonistas de novela.