El próximo mes de marzo los colombianos elegiremos a quienes nos
representarán en el Congreso. En general parece que nos tendremos que contentar
con lo de siempre: los políticos tradicionales o sus ahijados políticos,
familiares y aprendices. ¡Esta vez tampoco fue!
Nos invitan a votar por los mismos que votaron a favor de aquel
proyecto descarado de reforma a la justicia; los mismos que han provocado la
crisis del sector agropecuario; los mismos que se han apropiado de las entidades
públicas para desangrarlas y mercadear sus puestos; los mismos para los que el
robo en la contratación pública se volvió una forma de vida. Los mismos con las
mismas.
Seamos realistas y coherentes: el Huila no va a progresar mientras
siga gobernado por estas personas y las costumbres que ellas representan.
Sin embargo, no seamos ingenuos al pensar que candidatos jóvenes
por el solo hecho de ser “sangre nueva” representan una renovación. Si se han
formado de la mano de los políticos tradicionales, ningún cambio pueden
representar – por lo menos positivo. Ya ellos tienen el cinismo de afirmar con
tono moralista que “los electores han
vuelto costosas las elecciones”. Ante la carencia de propuestas concretas, sus
estrategias clientelistas de campaña los lleva a comprar solapadamente votos
con motos, televisores y computadores. No nos deberíamos extrañar de que cuando
llegan al poder se dedican a robar para pagar sus costosas campañas.
El clientelismo genera corrupción e ineficiencia en la
administración pública; corroe el valor de lo público; convierte a los
ciudadanos en limosneros y a los partidos en meras bolsas de empleos. Podemos
mirar, por ejemplo, el incumplimiento y pérdida de miles de millones de pesos
en la torre materno infantil del hospital y el reservorio de Neiva o en el
distrito de riego Paicol-Tesalia.
Entonces, ¿debemos resignarnos y asumir que la política
inevitablemente es corrupta? No. Eso sería como asumir que es no es posible que
personas honradas aúnen esfuerzos para trabajar en una empresa o proyecto común
con fines honestos.
Estoy convencido que dentro de los partidos tradicionales y sus
descendientes es difícil implementar e institucionalizar las reformas que el
país y el departamento requieren. El Huila requiere un movimiento político
alternativo que demuestre que la política puede ser decente y mejorar la
calidad de vida de todos los opitas. En Antioquia el movimiento Compromiso
Ciudadano logró aglutinar a académicos, empresarios y ciudadanos inconformes
con la política tradicional en un proyecto cívico que transformó a Medellín y
ahora está transformando todo el departamento.
La conformación de un movimiento cívico de esta naturaleza, sin
embargo, requiere tiempo y del trabajo perseverante y mancomunado de personas
honestas, preparadas y hastiadas de la politiquería. Como en Medellín debemos
pasar de la queja a la acción organizada para que la próxima sí sea. Sí
podemos.
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