Un mayor nivel de
competitividad permite a un país soportar salarios altos, atraer más capital y,
esperanzadamente, ofrecer un mejor nivel de vida a sus ciudadanos. Por tanto, la
competitividad es un factor fundamental para garantizar el desarrollo económico
de un país en el actual entorno global.
De acuerdo al Índice
Global de Competitividad elaborado por el Foro Económico Mundial, Colombia se
ha mantenido prácticamente en la misma posición durante los últimos cinco años.
Mientras tanto otros países de la región han logrado avances significativos,
como es el caso de Brasil, Perú, Panamá y Ecuador.
Este último país mejoró
en los dos últimos años 30 posiciones y sobrepasará a Colombia el próximo año
si se mantienen las tendencias. El avance se debe, en particular, a una mejor
percepción sobre la eficiencia del Estado en el uso de los recursos públicos, a
un fortalecimiento de la infraestructura a través de la construcción de vías
comparables a las del primer mundo y al aumento significativo de las tasas de
cobertura en educación básica y salud.
De igual manera, avanzó en el tema de innovación y sofisticación debido a un
aumento de la inversión de las empresas en investigación y desarrollo, el trabajo conjunto entre las universidades y
las empresas, y las compras del Estado a las compañías locales de tecnología.
Para lograr este tipo de
transformaciones se requiere, por una parte, voluntad política y, por otra, la
coordinación de esfuerzos públicos y privados para hacer frente a distorsiones
y cuellos de botella que reducen la productividad, lo cual se conoce como
Política de Cambio Estructural (PCE). Esta clase de política contiene
estrategias tales como el desarrollo de clusters para las apuestas productivas
de las regiones, el trabajo con universidades, la capacitación del capital
humano, el uso de TIC y la oferta de instrumentos de financiación o de capital
semilla. Según el Consejo Privado de Competitividad, la ausencia
de una PCE que permita la articulación entre las diferentes entidades del
Estado ha llevado a que los múltiples esfuerzos para transformar el aparato
productivo del país no se hayan concretado en resultados específicos.
El país requiere de un
esfuerzo concertado del Estado, el sector privado y la academia para diseñar
una política de cambio estructural que le apueste verdaderamente a unos cuantos
sectores estratégicos. Para incrementar
la competitividad del país estos sectores deben estar enfocados en la
producción de bienes y servicios de alto valor agregado e innovación. En ese
sentido, en el caso del departamento del Huila nuestras apuestas estratégicas
no pueden ser la cholupa, el café y los call-center.
A pesar de lo anterior, debemos evitar caer en
la lógica meramente economicista en donde la competencia desmedida determina la
organización de toda la sociedad. La solidaridad debe permear también los
arreglos institucionales y el desarrollo económico debe estar mediado por
criterios sociales y ambientales.