Recientemente Jorge Fernando Perdomo, pre-candidato a la Gobernación del Huila por el Partido Conservador, decidió desistir de su candidatura para apoyar la de Carlos Mauricio Iriarte, candidato por el Partido Liberal. A través de los medios de comunicación los huilenses nos enteramos de las acostumbradas luchas tribales entre los diferentes caciques políticos que protagonizaron este nuevo capítulo de la comedia política en el departamento.
A pesar de los intentos por presentarla como provechosa para el Huila, la alianza se dio por oportunismo político y rencillas personales. Esta extraña unión evidencia una vez más la decadencia de los partidos tradicionales en el departamento. En efecto, partidos que supuestamente tienen idearios y programas bastante distintos deciden unir sus maquinarias para volver a apoderarse de la Gobernación. Esto en realidad no es extraño. Lo que sí es sorprendente es que a estas alturas todavía una gran parte de la población les siga el juego.
Hace poco volví a leer La Franja Amarilla en donde William Ospina, con la agudeza que lo caracteriza, habla de cómo Jorge Eliécer Gaitán entendió que “el principal enemigo de la sociedad colombiana era ese bipartidismo aristocrático cuyos jefes formaban en realidad un solo partido de dos caras, hecho para saquear al país y beneficiarse de él a espaldas de las mayorías”. Ospina narra cómo la época de la Violencia fue en realidad un enfrentamiento entre liberales pobres y conservadores pobres, mientras los poderosos de ambos partidos incitaban y financiaban su rencor. Así fue como lograron prender el fanatismo en gran parte de la población campesina, que en ocasiones pasó por ingenua.
Todavía en Colombia, y particularmente en el Huila, somos víctimas de ese bipartidismo debido a nuestra pasividad y falta de cultura política. Muchos siguen agitando el trapo rojo o azul con entusiasmo sin darse cuenta que están tan desteñidos que ya ni se distinguen. Claro, hoy ese sistema tiene más caras (es decir, otros partidos que operan del mismo modo) y los caciques tienen herederos y ahijados que han aprendido muy bien las costumbres políticas de sus padrinos. Como resultado, la manera de hacer política sigue siendo la misma.
El Huila necesita líderes que sean capaces de renovar la política, no solamente por su edad sino sobre todo por su visión, coherencia y preparación; liderazgos colectivos que realmente representen opciones diferentes a aquellas toldas circenses; liderazgos que dignifiquen la política para junto con el sector privado y la sociedad civil sacar al Huila del atraso en el que se encuentra.