sábado, 12 de enero de 2013
El presidente leñador
Esta semana la película “Lincoln” del director Steven Spielberg obtuvo el mayor
número de nominaciones a los premios Oscar. Esta cinta relata los últimos días de
Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos durante la Guerra Civil (1861-
1865). En la época en que vivimos, caracterizada por el cinismo y la creciente apatía
hacia la política, en la que nos hemos acostumbrado a ver hombres mediocres,
mezquinos y corruptos en el ejercicio político, la imagen de este gran político y ser
humano resulta iluminadora.
Lincoln fue un hombre que se hizo a pulso, a punta de dedicación, disciplina y
sacrificio. Nació en el seno de una familia humilde que vivía en una cabaña. Su
madre, que murió cuando él tenía 9 años, le enseñó a escribir y a leer. Solía decir:
“Todo lo que soy o espero ser se lo debo a mi madre”. Se acostumbró a estudiar
por su propia cuenta. Fue así como preparó durante las noches el examen que le
permitiría ejercer como abogado; mientras tanto trabajaba en el día como leñador,
ayudante de barco y después como vendedor en una tienda.
En este último trabajo –que le gustaba porque le dejaba tiempo para leer – una
mañana se dio cuenta que el día anterior por error había vendido media libra
de té en vez de una. Sin esperar el desayuno salió a llevar la otra mitad. En otra
oportunidad cobró quince centavos de más involuntariamente. Tan pronto se dio
cuenta, cerró la tienda y se fue a devolverlos. Actitudes como estas le valieron desde
muy joven el apelativo de “Abraham el honesto”.
Ya como político, hasta sus más fervientes opositores no dudaban de su honestidad
y sentido de justicia. Lincoln estaba convencido de que la ley es para asegurar la
justicia y nunca utilizó algún tecnicismo con el fin de manipularla. A pesar de que
llegó a ser un abogado muy competente y prestigioso, a los necesitados no les
cobraba.
Tenía facilidad para hacer amigos y era el centro de cada círculo social dado su buen
sentido del humor y su inigualable fuente de anécdotas divertidas y apropiadas para
cada ocasión. Llegó a ser un excelente orador. Sus discursos eran cortos, sencillos y
demostraban un profundo nivel cultural que sorprendía a quienes lo despreciaban
por su apariencia sencilla y su origen humilde.
Asimismo, era un hombre magnánimo siempre dispuesto a perdonar; un hombre
de convicciones profundas por las que estaba dispuesto a quedarse solo, si era
necesario, con tal de defenderlas. Sin embargo, no era arrogante pues siempre
escuchaba con atención y sencillez los diferentes puntos de vista sobre un asunto.
Una de esas convicciones era que la esclavitud era una institución injusta –aún
cuando algunas iglesias la consideraban una bendición divina. Siendo presidente
se propuso de manera decidida y paciente eliminar esa práctica hasta que logró
hacerlo en 1863.
El monumento al leñador que llegó a ser presidente es uno de los mas grandes
y majestuosos en Washington. Los estadounidenses se sienten orgullosos y
bendecidos por haber tenido este líder en el periodo más difícil de su historia
nacional. ¿Cuándo tendremos este tipo de políticos en Colombia?
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